CRÓNICAS “APÓCRIFAS” DE UN PEREGRINO MEDIEVAL
SEGUNDA ETAPA – HACIA EL VALLE DE MENA
Con un buen vaso de leche caliente Guillaume inició su etapa casi al rayar el alba. Poco a poco se fue desperezando el paisaje que lucía sus mejores galas de otoño. Al llegar a El Berrón observó unos extraños guardacantones cilíndricos que dejaban entrever alguna inscripción. Preguntó a un abuelo que tomaba el sol a la puerta de casa:
-Dicen, señor, que si son piedras de los romanos para marcar las vías, pero vete a saber…
Siguió camino hasta Gijano donde paró a reponerse en la cantina del pueblo. Los clientes y el ventero no se extrañaron de su presencia pues con cierta frecuencia pasaban por allí peregrinos, arrieros y vendedores, si bien estaba remitiendo la afluencia. Le contaron los vecinos que algunos caminantes tiraban hacia Nava de Ordunte mientras que otros preferían ir por Villasana para visitar Santa María de Siones y San Lorenzo de Vallejo donde era fácil encontrar cobijo. No es que fuera demasiado culto el bretón pero algunas historias le habían contado sobre las Órdenes Militares y Compostela. Así que después de tomar algo caliente se despidió y la buena gente le deseó buen camino.
Enfiló hacia Villasana. Realmente le estaba gustando la peregrinación. Creía haber acertado en no seguir la ruta que se había puesto de moda por recomendación del Papa Calixto y los Reyes. No era seguro que los sarracenos no volvieran a cruzar de nuevo el Duero, las hospederías y monasterios cada vez se estaban aprovechando más de la gran afluencia de peregrinos y las tierras, según decían, eran muy inhóspitas. A punto de caer la tarde vio en el horizonte la silueta de San Lorenzo de Vallejo, la perla de la Encomienda Castellana de la Orden de Jerusalén según después supo. Aunque no era muy sensible a las artes, a Guillaume le pareció un magnífico monumento. Una escultura le llamó la atención: le recordaba una leyenda oída en su niñez que hablaba de una barca de piedra y no sé qué de Santiago… Entró en el templo y se quedó maravillado de su magnificencia. De seguida un monje le preguntó si necesitaba algo. El peregrino le contó algunas cosas de su vida y sobre todo le habló del mal estado de sus pies poco acostumbrados a caminar. El fraile le explicó que podía cruzar la Puerta del Perdón y así ganar la indulgencia plenaria sin necesidad de llegar hasta Compostela.
-Perdón necesito, hermano, pero preciso más aún llegar hasta el Apóstol para ganar mi libertad. Por eso le ruego que me firme en este legajo y si puede ser me den alojamiento y alivio para esta noche.
-Así será. Le podremos ofrecer un buen cuenco de caldo calderón, el hermano enfermero le curará los pies y podrá dormir en la galería exterior. La paz sea con vos.