LA LEYENDA DE SANTIAGOMENDI
A partir del momento en que el rey Alfonso II el Casto nombró a Santiago patrón del pequeño reino cristiano-visigodo empeñado en recuperar las tierras de Al-Andalus, se disparó la fabulación en torno al Apóstol con el fin de enardecer a las tropas cristianas y así contrarrestar la furia musulmana alimentada por el espíritu de la “guerra santa”. El himno “Odei Verbum” del Beato de Liébana celebra este padrinazgo. En las tierras leonesas, núcleo principal de los primeros tiempos de la Reconquista, el mito de Santiago Matamoros aparece en múltiples leyendas como es la de Camposagrado y el Campo de Santiago en Colinas. Esta figura del Apóstol liderando las huestes cristianas podemos verla en la fachada del Santuario de la Velilla (La Mata de Monteagudo). Pero sin duda el culmen de la mitificación del Santiago Guerrero lo tenemos en la supuesta batalla de Clavijo hacia 844 (históricamente parece ser que se trata de la segunda batalla de Albelda) en la que Ramiro I con la ayuda del Santo montado en caballo blanco, venció a los musulmanes.
¿Pero cómo llegó Santiago a Clavijo? Por las leyendas podemos deducir que no bajó de los cielos por la vía rápida (en picado), aunque parece ser que tenía prisa porque la cosa estaba que ardía, sino que venía de lejos. Y aquí se entrecruza nuestra mitología con la propiciada por otro gran reino cristiano, el Imperio Carolingio: no olvidemos que Carlos Martell protagonizó en Poitiers (732), una reedición de las hazañas de Pelayo en Covadonga (722), que Carlomagno conoció los acontecimientos de Compostela y apoyó las peregrinaciones, que, según los romances épicos de la época, Roldán con su espada Durandal consiguió la victoria de las tropas carolingias en la primera guerra de Roncesvalles (778 ó 788), y Bernardo del Carpio vence a los franceses en la segunda batalla de Roncesvalles (808).
La leyenda de Santiagomendi en Astigarriaga, nos da a entender que el Apóstol arrancó de más allá de los Pirineos porque en su viaje a carrera tendida para llegar a tiempo a Clavijo, su caballo blanco fue dando grandes saltos con tal ímpetu que superó la marca del caballo de Atila: el casco de sus patas dejó marcas indelebles sobre las rocas. Así interpretan las leyendas y tradiciones del lugar, unas “curiosas” marcas que existen en los roquedales de este monte mítico del País Vasco. Es la explicación y justificación de la edificación de la ermita erigida sobre este cerro en honor del Apóstol, ya existente en el siglo XIII y que contenía una talla de alabastro de Santiago peregrino, seguramente de esta misma época, que ha sido trasladada de aquí al museo diocesano. El retablo actual del siglo XVIII incluye una imagen del Apóstol a caballo blandiendo su espada.
La misma interpretación se daba en la Rioja a unas extrañas huellas descubiertas en Cornago, que la ciencia ha determinado que se trata de pisadas de dinosaurios.
Otras leyendas apuntan a otro punto de partida para la cabalgada de Santiago Matamoros (¿tal vez Santiago de Compostela?), como es el caso de varios pueblos de Zamora: Otero de Bodas, Calzada y Olleros de Tera.