LA VIRGEN DE CELADA
Almanzor asolaba las tierras cristianas desde el año 966 y el terror sarraceno llegaba más allá de las planicies de la Meseta. El paladín de la yihad en cada una de sus cuarenta y siete campañas saqueaba y destruía los territorios fronterizos. Conocedor de las técnicas guerreras castigaba repetidamente las ciudades como demuestran las “campañas de las ciudades” y ”la Batalla por León”, situación que obligó a Ramiro II a trasladar a Oviedo las reliquias de santos y las tumbas de los reyes cristianos (1). En el año 992 Almanzor intentó conquistar el Bierzo pero los castillos y fortalezas de Alba, Luna y Gordón le cortaron el paso. Dominada la cuenca del Duero el primer ministro del Califato inicia la 48ª campaña con la intención de ocupar Santiago de Compostela: en estos momentos el Campo de la Estrella era ya un símbolo de la cristiandad y polo de atracción de devoción y peregrinaje. Las huestes guiadas por Santiago Matamoros era la réplica de la guerra santa musulmana. Convenía actuar. Conquistada la Ciudad del Apóstol, Almanzor se propone aprovechar el viaje de vuelta para devastar la Tebaida Berciana y castigar las zonas fronterizas. Se ha de tener en cuenta que las mil y una batallas de la reconquista, no todas fueron religiosas químicamente puras: los intereses políticos y territoriales también en aquel entonces propiciaban incompatibles parejas de cama. Reyes, nobles y caballeros cristianos hubo que en alguna de las campañas sarracenas formaron parte de las huestes yihadistas (2). Por otra parte dentro de las técnicas militares era frecuente la práctica de las “celadas”: se simulaba una huída para volver con más fuerza en el momento en que el enemigo ya había bajado la guardia, o se hacía ver que el frente se situaba en un determinado lugar mientras se organizaba una emboscada que atacaría por un flanco inesperado. En este cuadro histórico se sitúa la leyenda de la Virgen de Celada.
Fuera en la campaña del 992 o en la resaca de la vuelta de Santiago (verano del 997) las gentes de Cuatro Valles a pesar de la protección de sus castillos vivían en la zozobra de las tierras fronterizas. Con frecuencia llegaban noticias de nuevas remesas de guerreros procedentes de Toledo (recordemos a Martín Toledano) o el inicio de la enésima campaña de Almanzor. A partir de este hecho histórico surge la leyenda de la Virgen de Celada. Hay una tradición que sitúa los hechos en los inicios de la Reconquista: el enfrentamiento habría tenido lugar entre huestes musulmanas huidas tras la derrota de Covadonga y mesnadas locales cristianas. No parece verosímil porque el ejército musulmán andaba escaso de moral de victoria y las huestes visigodocristianas carecían de liderazgos y planificación. De todos modos esta versión pretendería seguramente explicar el hecho de que los caballeros leoneses invocaran a la “Santina” en vez de a Santiago como ocurre en la mayor parte de las leyendas de este tipo (Camposagrado, Colinas…) a parte de dar una explicación mítica a la existencia de la ermita de La Robla. Pero vayamos a la hazaña de nuestra leyenda.
Se entabla una dura pelea entre moros y cristianos a los pies del Castillo de Alba. Los musulmanes superiores en número y en guarnición militar están a punto de aniquilar a los resistentes cristianos. Éstos, vistos en grande aprieto invocan a la Santísima Virgen María. Y sucede el milagro. El cielo respetando el tratado de competencias no envía a Santiago Matamoros sobre su alazán blanco para guiar y encorajinar a los cruzados, sino que es la mismísima Virgen María quien asume tal honor. Ella es quien inspira a sus huestes una celada mortal de necesidad y les infunde ánimo guerrero para acabar con el enemigo sarraceno: se ocultarán en el lugar donde hoy está la ermita y por sorpresa se lanzarán sobre los invasores que efectivamente mueren o huyen despavoridos. Como es de justicia y de agradecimiento de biennacido, sobre el lugar de la victoria las gentes del lugar erigieron un templo en honor de la Virgen apellidándola, en rememoración de los hechos “de Celada”.
Esta historia vendría a dar explicación al origen misterioso y desconocido de la imagen románica venerada en La Robla que forma parte del grupo de “Vírgenes trono” ya que la Madre viene a ser como el trono sobre el que se sienta el Niño Jesús. Esta talla como todas las que encontramos por esta zona tiene la peculiaridad de que la Virgen en una u otra mano sostiene una manzana. Es de suponer que es un simbolismo que quiere expresar que María es la nueva Eva : la primera nos trajo la perdición, la segunda la salvación. (3)
Las primeras referencias históricas del lugar, se remontan al siglo XIII, mencionándose la existencia de una aldea con el nombre de Celada, en la que se cree que ya podría existir un pequeño templo.Alfonso XI (s.XIV) en su Libro de Montería registra la existencia aquí de un hospital para peregrinos. La actual ermita es una construcción del siglo XIV que sigue el modelo del denominado “foco clasicista de la Meseta Norte” y a la que se le van practicando añadidos en el siglo XVII y XVIII manteniendo una gran sobriedad externa que tan sólo se permite el escudo de los Quiñones.
El cinco de agosto, festividad de Nuestra Señora de las Nieves, tiene lugar en los alrededores del Santuario una gran romería en la que se reúnen las gentes del lugar devotas de esta Advocación y cada vez más veraneantes y turistas. La campa en la que se desarrollan los actos es conocida como “Campo del Hospital”, lo cual viene a abundar en lo ya relatado por el Libro de Montería y que demuestra la existencia de la ruta jacobea.
Desde 2012 en La Robla se celebra una Fiesta Medieval: se rememora la batalla entre moros y cristianos, se organiza un mercadillo medieval, tienen lugar talleres, juegos tradicionales, espectáculos en las calles, representaciones teatrales… Destacan las rondas de mercenarios, demostraciones y prácticas con armas medievales, el torneo de caballeros con un duelo de honor y valor entre moros y cristianos, exhibición de bailes con la presencia de bailarinas moras y cuentacuentos medievales.
- La leyenda de la Virgen de Celada tiene un remedo en tierras gordonesas: la Virgen del Buen Suceso. Aquí el escenario es la línea fronteriza marcada por los castillos de Gordón, Luna, Montuerto…Pero la historia nos recuerda más bien lo acaecido en Pandorado ya que se trata del hallazgo de una vieja imagen: en este caso los protagonistas son un pescador y su hijo que descubren la estatua en una oquedad rocosa a la vera del Bernesga. Sobre la ermita levantada a las puertas de Gordón para celebrar tan Buen Suceso tenemos noticias documentadas ya en 953: “que existata est ad porta gordonem”. No se conserva la imagen original. Quienes hagan el Camino Olvidado por la variante de Valdorria podrán visitar el lugar.
(1) Crónica Najeriense (copia a la Silense):
“(…) El rey de los sarracenos, quien se había impuesto el falso nombre de Almanzor, tras entablar un acuerdo con los sarracenos de ultramar, penetró en tierra de cristianos con una infinita muchedumbre de ismaelitas, y cruzó por un vado el río Duero, que en aquel entonces se consideraba la frontera entre los cristianos y los moros (…) Devasta entonces a espada y fuego la franja de terreno situada al otro lado de la frontera cristiana, y envalentonado plantó su campamento sobre la ribera del río Esla para atacar la capital leonesa, suponiendo que si llegaba a conquistar la propia ciudad regia no encontraría ninguna oposición en las restantes. Al enterarse de ello, Ramiro, armado, sale al paso de las huestes con algunos condes, y tras entablar combate hasta las propias tiendas los derrotó en medio de una gran carnicería. Almanzor, al ver cómo los suyos huían, enojado saltó del trono y, quitándose la corona, se sentó en el suelo muy entristecido por la afrenta. Cuando los moros lo vieron descubierto y sentado en el suelo, retomaron fuerzas y exhortándose entre sí con un gran griterío rodean por doquier a los cristianos y, cambiando las tornas, los ponen en fuga; y habrían irrumpido entremezclados en las puertas centrales de la ciudad [León] si no hubiera dirimido la lid un enorme aguacero acompañado de aparato. Ese año Almanzor, ante la proximidad del invierno, se retiró a su patria sin acabar la labor”.
Poema de Ibn Darray, poeta que estuvo al servicio de Almanzor desde el 992:
“A propósito de Almanzor, que Alá le conceda su misericordia, felicitándole con ocasión de la vuelta de una razia, que Alá lo beneficie.
Tú has dirigido a la tierra de los herejes escuadrones que son el augurio de su destrucción y su demolición.
Y has abandonado León como si no hubiera estado poblada en el tiempo más próximo.
Las banderas han sido allí izadas muy altas cuando sus monumentos han sido demolidos.
Tropas separadas, quebrantadas por la fuerza de las espadas se han retirado con el deseo de poder vengarse.
Y unos evadidos, después de haber preferido la fuga, vinieron siempre empujadas por su huida a abatirse entre tus manos.
Después que se habían refugiado, para conservar que vidas, en torres inaccesibles donde sólo las estrellas son sus vecinas.
Y habían buscado protección en fortalezas, que habían llegado a ser una presa de la muerte al mismo tiempo que les era traba y cautividad.
Se aturdieron con el vino puro de la guerra que bebieron; esta guerra cuyos odios y peligros son su velo.
Como si un fuego los hubiera visto refugiados en sus escondites y se precipitara sobre ellos con sus llamas…
Sus montañas se han cubierto de nieve y sus ríos se han salido fuera de sus lugares…
Hasta atravesar el Duero semejantes a barcos que atraviesan océanos de peligros.
Con lanzas que cortan sus vidas, y sables que quebrantan sus días”.(Traducción de Margarita Lachica Garrido)
(2) La Crónica Najerense describe así la empatía que Almanzor despertaba en algunos ambientes cristianos, hecho que junto con las luchas por el poder y la influencia explica estos casos:“Éste hasta tal punto era desprendido y generoso y esforzado en dictar justicia que, si surgía alguna disputa o riña entre cristiano y moro, antes castigaba al moro que al cristiano, de ahí que no sólo por la generosidad de su fortuna, sino también por su justicia se había granjeado a muchos soldados cristianos”.
En otro lugar de la misma Crónica se califica a Almanzor como “vara de la cólera del Señor sobre los cristianos”.
La Crónica Silense por el contrario se muestra más beligerante:
“Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos”.