HIJUELAS DEL CAMINO OLVIDADO
Leyendo las webs y blogs de referencia veo una coincidencia en presentar las rutas trasversales (rutas lebaniegas, Ruta Vadiniense y Camino del Salvador) como itinerarios para enlazar el Camino Francés con afamados centros religiosos del norte que tenían gran atractivo para el peregrinaje cristiano medieval por contar con un gran cúmulo de reliquias. Hablamos básicamente de la Cámara Santa de Oviedo y del Monasterio de Liébana. Ambos dos con arranque histórico en el siglo IX. A partir del descubrimiento de la posible tumba de Santiago y la primera peregrinación certificada de Alfonso II pronto comienza el movimiento peregrino a pie, a caballo o en carretas por el paso de Irún y en barco hasta los puertos del Cantábrico. Así nace la ruta del Norte que de modo natural engarzaba en su recorrido los relicarios de Liébana y Oviedo. ¿Pero qué ocurre cuando el itinerario por las razones tantas veces expuestas abre una nueva alternativa por el sur de la Cordilllera? (ver www.viejocaminodesantiago.es). Con el nuevo diseño esos lugares de culto y veneración no quedan de paso y el cambio de rumbo puede hacer mermar los contingentes peregrinos con los consabidos perjuicios en la relevancia religiosa y en las aportaciones económicas. Lo deja muy claro el tan repetido dicho: “Quien va a Santiago y no a San Salvador sirve al criado y deja al Señor”. La consigna sin duda va dirigida a aquellos que haciendo la ruta sur tienen inicialmente la intención de ir lo más directamente posible a Compostela: suena un poquito a chantaje religioso-emocional. Por supuesto que desde el siglo IX hasta el XII la ruta sur no pudo ser el Camino Francés por razones obvias dada la situación política. Así pues el Camino del Salvador que a mi entender existió ya en estos primeros siglos de la peregrinación arrancaba del Camino Olvidado en su doble alternativa. Desde La Robla (desconozco el nombre del poblado que existía en aquella época): tenemos la constancia del castillo de Alba que define la línea defensiva contra los musulmanes y la Virgen Románica de Celada cuya leyenda se entronca en las batallas de la Reconquista. O bien partiendo de la ruta de Valdorria que cruzaba por los parajes donde vivió un tiempo San Froilán y donde estuvieron protegidos sus restos mortales amenazados por las hordas de Almanzor que asediaba la Ciudad de León. Una vez el Camino Francés fue bendecido y consagrado por el papa Calixto y patrocinado por los reyes de León y Castilla el Camino del Salvador se prolongó por exigencias del guión hasta la Pulchra Leonina siguiendo el trazado histórico de la vía romana que unía Legio VII Gemina con las tierras de los astures.
Algo parecido debió ocurrir con las rutas denominadas lebaniegas. Parece ser que el Monasterio de Liébana fue fundado en el S. VI por el Obispo de Palecia Toribio, si bien su fama como punto de peregrinación parte del siglo VIII al llegar a dicho monasterio los restos mortales de Santo Toribio de Astorga junto con las muchas reliquias que este obispo había ido coleccionando. Posiblemente los primeros peregrinos provenían del Camino del Norte: se desviaban para venerar el Lignum Crucis y proseguían camino hasta la Cámara Santa y de allí a Compostela. Cuando un gran número de peregrinos por diversas razones ya anteriormente citadas deciden seguir el trazado más seguro y fácil de la ruta del sur de la Cordillera (Viejo Camino), surge la necesidad de conectar el monasterio cántabro con la nueva ruta jacobea. Así surgen los caminos lebaniegos: históricamente los valles de los afluentes del Duero fueron pasos naturales para conectar ambas vertientes de la Cordillera Cantábrica. Nace la Ruta Vadiniense sobre las trazas de la antigua vía romana que partía de Lancia hacia el territorio vadinienses y el país de los cántabros. Es muy posible que desde Guardo partiera otro Camino que por Velilla y Caminayo alcanzara San Glorio para bajar a Liébana. Esta ruta podría tener otra conexión que se iniciara en Puente Almuhey. Pero toda esta red lebaniega nunca formó parte a mi entender del Camino Olvidado sino que siempre fueron rutas transversales que conectaban el Camino de la Montaña con los polos de atracción peregrina de las tierras cantábricas. También en este punto la primacía, casi exclusiva, del Camino Francés, hizo que estas rutas se prolongaran hacia el sur (Mansilla de las Mulas, Sahagún…). La existencia de estos caminos no compostelanos, pero incluidos en el patrimonio jacobeo sirven como una prueba más de la base histórica que tiene el Camino Olvidado.